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miércoles, 24 de abril de 2019

Recuerdos del BUP (4)


Recuerdos del BUP (4)

Las cosas que ocurren cada día van pasando como un tren cuando se adentra en un túnel. A través de la última ventanilla en la oscuridad va quedando una estela de luz.
En Tercero estudiamos Filosofía. Tuvimos un profesor, Don Ramón Corrales, entrañable que nos contaba muchas anécdotas aleccionadoras de alumnos que durante las vacaciones estudiaban para llegar preparados al curso siguiente, me llamaba la niña Toscano, colocando su mano sobre mi cabeza y llevándola hacia el tablero del pupitre, este gesto lo repetía con todos. En COU nos impartía las clases la Hermana Carmen, una monja de las Esclavas que participó en la secularización de muchos miembros del clero que en aquellos años abandonaron conventos y parroquias para trabajar en barrios obreros o, simplemente, volver a la vida civil. Ella se sentaba en la esquina de la mesa, miraba hacia el techo y sus dedos jugaban con la tiza mientras nos hablaba de Aristóteles, Platón o Kant. Unos compañeros traviesos le prepararon una broma inocente pegando la tiza a la mesa. En otra ocasión, mientras hacíamos un examen en el aula magna, alguno de ellos tiraba de la larga cuerda de la persiana desde el laboratorio de Ciencias Naturales que estaba en el piso de abajo…Bromas que terminaron por provocar un incendio en una papelera del pasillo.

En Segundo y Tercero nos daba Francés Lola, una profesora gallega que usaba unos jerséis dos tallas más pequeñas de lo que le correspondían. Los niños más gamberros se sentaban en la primera fila y cada vez que ella se daba la vuelta y levantaba el brazo para escribir en la pizarra, ellos se reían abiertamente. Ella se giraba y con los ojos grandes y redondos, debajo de los rizos de su flequillo decía “No comprendo de qué os reís”, con su acento gallego y su expresión cándida, como de no haber roto nunca un plato. En COU llegó Madame Pigñol, una francesa exquisita y chic que encantaba a todo el mundo, quizá no habíamos visto nunca a nadie como ella en este rincón del mundo. Su marido abrió un pub con el apropiado nombre de “La vie en rose”, el tema más famoso de la cantante Edith Piaf.
Ese año mi compañero de pupitre fu Antonio Rivilla, hijo del profesor de Historia del Arte. Nos reíamos mucho de sus chistes tan malos contados con el arrastrado acento cordobés. Estábamos en una clase mixta de Ciencias y Letras en la que se acumulaban los “cerebritos”, que luego serían médicos, jueces, profesores de Física y Química y de otras materias.
Las clases de Lengua (común) las de Literatura (optativa de Letras) nos las dio Mariví, que me llamaba Antonia Machada. Era muy divertida, lo es; años después ha sido mi compañera y he descubierto que canta los Verdiales hasta hacerme llorar de risa. Desde que aprendí a leer me había gustado la Literatura, las palabras y Jo March. Yo quería ser como Jo March.

En las clases de Literatura estaban dos chicos muy interesantes que siempre iban juntos, antes habían estudiado en Málaga y decían pertenecer a la Joven Guardia Roja. Escribían poemas. Uno era de Serrato, Francisco y el otro de Benadalid, Isidoro. El primero, dejó de estudiar, una lástima porque era inteligente y sensible, tenía una letra preciosa, tanto como los hoyuelos que se le formaban en las mejillas al sonreír y el de la belleza en la barbilla. Con Isidoro coincidí luego en el Seminario Vespertino de la Calle Santa María de Málaga cuando estudiamos Teología. Fue director del Instituto Guadaljaire de Málaga, en el Nuevo San Andrés, donde curiosamente hicimos los exámenes de Selectividad en 1979. Ahora se llama IES Isidoro Sánchez, en su memoria, desde el curso 2005-2006.

Aquel año… María apareció extremadamente delgada y con el cabello tan corto que parecía “La  Raulito”, una película de 1975 que habíamos visto en la tele y otra compañera estaba embarazada, la recuerdo con un poncho que llevaba siempre para disimular su estado.


 A veces, Madame Pigñol nos llevaba a dar las clases al campo. Solo teníamos que salir del recinto del instituto que está situado en la zona más alta de la ciudad, El Fuerte, por el cuartel de los soldados. Subíamos la cuesta hasta el depósito del agua a través de los almendros en flor. Todo estaba lleno de vegetación por encima del instituto y de las instalaciones militares.

Hubo una huelga de alumnos que duró muchos días. En el salón de actos los líderes daban sus discursos y los profesores no entraban en las clases. La reivindicación era la supresión de las pruebas de selectividad que daban acceso a la universidad. Yo había sacado de la Casa de la Cultura un tomo de la Historia Universal de Daimon, “El siglo XX: Las grandes guerras y la conquista del espacio” (1971). Los compañeros se enfadaban cuando me veían enfrascada en la lectura sobre la primera mitad del siglo, o a Hermann Hesse, Blas de Otero, Pío Baroja o Machado, pero yo no podía perder el tiempo, después de lo que me había costado llegar hasta allí.

La Historia Contemporánea nos la enseñaba Laura García, una mujer menuda, nerviosa y muy decidida, que entraba en clase hablando del tema que tocara y se marchaba aún hablando compulsivamente. Aprendí a tomar apuntes a una velocidad de vértigo.
Con Mari Carmen investigué sobre el Renacimiento Alemán y pudimos ver en las enciclopedias de Arte de la Casa de la Cultura los grabados de Durero, la impactante Crucifixión de Matthias Grünewall tan dramática y siniestra y los retratos de Lucas Cranach; el que más me interesó fue el de Lutero.


En los días previos a los períodos vacacionales íbamos a un bar que estaba de camino a la estación de  autobuses, "El Chaqueta", creo que se llamaba. Siempre había alguien que traía una guitarra y cantábamos y se contaban chistes y bebíamos vino dulce. 
Me viene a la memoria un alumno que era de Fuerza Nueva y llevaba unos nunchacos, se rumoreaba que eran para pegarle a la gente, iba por el patio delantero girándolos en torno a su brazo.
Para realizar las pruebas de Selectividad había que ir a Málaga, yo elegí el tren, con otros compañeros, otros irán en autobús y los menos en automóvil, en aquellos tiempos no todo el mundo tenía coche, ni teléfono en su casa, ni otras muchas cosas. Este viaje a Málaga, tener que quedarse a dormir, era toda una aventura. Unos días de terral.
No había graduación al estilo americano, ni cena, solo una lista con las notas en la puerta del instituto. Íbamos a comprar papel de Estado, una especie de sello muy grande, con un color diferente según su valor, era para solicitar el título de Bachillerato que tardaría años en llegar y nos entregaban la cartilla de escolaridad con las pastas azules y la foto que habíamos entregado cuatro años atrás, cuando el tiempo transcurría tan lento.
Así se abría ante nosotros toda la vida que teníamos por delante, sin darnos cuenta de la trascendencia de aquel momento hasta muchos años después.



miércoles, 3 de abril de 2019

Recuerdos del BUP (3)




Ahora que hago memoria de aquellos tiempos, me doy cuenta de la cantidad de cosas que están ahí almacenadas, alguien me dijo alguna vez que tengo la memoria llena de cosas inservibles, mira por donde, ahora le encuentro una utilidad. El objeto lírico, nos decía Don Tomás Herreros, el profesor de lengua, es aquello en torno a lo que escribe el poeta por ejemplo la amada, la luna…una araña no puede ser un objeto lírico. Al día siguiente apareció en clase esta alumna impertinente con un poema a una araña.
En Primero nos daba clase de Religión Don Antonio Morales, un hombre simpático y afable; en Segundo y Tercero un cura obrero, como le llamaban entonces, sus clases eran dinámicas e interesantes. José María Ramos nos enseñó a leer la Biblia, un libro que me sigue interesando por todo lo que hay en él de la condición humana.

En Tercero hubo un gran cambio porque ya nos separamos en Ciencias y Letras. Elegí Latín y Griego en lugar de Física y Matemáticas. En algún momento hay que hacerlo. Ahora que parece que en las clases de Ciencias están los alumnos que estudian y son responsables, hay algunos que podrían ser alumnos brillantes de Humanidades que lo pasan mal. Aunque siempre se ha dicho “El que vale vale y el que no, a Letras”.
En Tercero y COU impartía las clases de Latín la Señorita Gonzala, que era la directora. Una mujer menuda, severa, con un moño italiano y unas gafas de montura fina. Había que tener mucho carácter y grandes cualidades para que una mujer fuera la directora. A mí me impresionaba tanto que cuando en clase se dirigía a mí -Señorita Toscano…- a partir de ahí, ya no oía nada más.
En Segundo el Latín era materia común y Francisco Raya nuestro profesor. Fumaba “Bisontes” sin boquilla y tenía los dedos del color del tabaco, en aquellos tiempos los profesores fumaban en clase, los alumnos a escondidas. Nadie había hablado aún de que el tabaco es cancerígeno y que influye en otras enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Tampoco se hablaba de otras adicciones, aunque muchas personas de aquella generación se quedaron en el camino a causa de la heroína. Recuerdo que se reunían en la alameda y tocaban la guitarra y cantaban por Camarón, él era su ídolo.
Vivimos otros acontecimientos que ocurrieron durante estos años: la muerte de Franco en el primer trimestre de Primero. Recuerdo la imagen de Carlos Arias Navarro en la pantalla de la televisión en blanco y negro que hacía muy poco tiempo que había llegado a mi casa. Los mayores murmuraban palabras inaudibles y parecían tener miedo de lo que pudiera pasar. Decretaron tres días de luto nacional en los que no tuvimos clase y luego todo volvió a la normalidad, como si no pasara nada, aunque los cambios ya se estaban produciendo.
En Segundo teníamos una asignatura denominada Formación Política Social y económica. La impartía la Señorita María Luisa, que también nos daba gimnasia. Aunque las clases eran mixtas, para estas dos asignaturas nos separaban, los alumnos iban con un profesor y las alumnas con una profesora. Las puertas de las clases tenían en la parte superior una ventana de cristal, las clases de política eran a última hora de la tarde. A veces, las niñas mirábamos de reojo las cabezas de los niños y del profesor que salían unos cinco minutos después de comenzar la clase. Esos días parece que había partido de baloncesto en la tele.
La señorita María Luisa nos mandó hacer un trabajo sobre la Reforma Política, ahora pienso en lo poco que sabíamos del mundo en aquellos años, o lo inocente que era yo.
Cuando se convocó el referéndum de la Constitución de 1978 yo pude votar por primera vez.


En este LP de Javier Krahe, Joaquin Sabina y Alberto Pérez, editado en 1981, Sabina interpreta una canción, "Adivina, adivinanza", sátira sobre el Dictador. 

martes, 2 de abril de 2019

Recuerdos del BUP (2)




El Instituto no tenía rejas en las ventanas, ni cancela en la entrada, ni vallas metálicas, solo el muro blanco que lo rodea.  En la hora del recreo muchos alumnos salíamos del centro, íbamos al bar de la Emisora, situado en un edificio en el que estaba la emisora de Radio Nacional de España. A esa hora, la barra del bar, que era muy larga, estaba abarrotada de cafés y vienas con zurrapas de lomo y todo el espacio lleno de gente que se duplicaba en el espejo, en todos los bares había un gran espejo inclinado hacia delante en el que se podía ver hasta las servilletas de papel pisoteadas en el suelo.
Cuando subíamos o bajábamos la calle del Instituto, entonces sin nombre, teníamos que pasar delante del cuerpo de guardia del cuartel.  Cuando iba sola andaba muy deprisa para no sentirme observada. A veces los soldados gritaban piropos a las niñas.
En segundo de BUP nos dio clase una nueva profesora de Geografía e Historia, María Luisa Saucedo. Ella tenía una habitación alquilada en el piso de la señora Feliciana, una empleada de telefónica que vivía en el edificio en el que mi madre era la portera. En el mismo piso vivió Mari Luz, que me dio clase de Lengua y Literatura en tercero. Tenía un SEAT 127 azul oscuro al que llamaba “Silvestre Paradox”. ¡Cómo disfruté con “La Regenta”! Intercambiamos cartas cuando ella se fue a Málaga, su ciudad.


Durante dos años, María Luisa fue mi profesora y mi amiga, me hizo amar la Historia del Arte, sobre todo. Estuve intentando localizarla cuando se organizaron las actividades del cuarenta aniversario y ahora otra vez, sin éxito.
 Al pasar a segundo teníamos que elegir entre dos asignaturas: Diseño y Técnicas de Hogar. En Diseño trabajamos la técnica del xilograbado, una de mis prácticas fue una versión de un cuadro de Picasso, el pintor y la modelo. A la profesora de Historia le gustó y le llevó una copia a un profesor de Dibujo que a mi nunca me dio clase, Cayetano Arroyo, él me envió uno de sus dibujos a plumilla, un hombre sentado al revés en una silla, que aún conservo.

En las clases de Diseño éramos pocos alumnos, la mayoría niños y Cristóbal Aguilar fue nuestro Profesor. Adela Ramírez era la profesora de Técnicas de Hogar y por lo que contaban los compañeros, era divertido, pero para mí, nada es comparable al mundo del Arte.
Las clases de Física y Química las dábamos en el laboratorio. En aquel tiempo, la Física me gustaba, el Profesor, José Antonio Acevedo, explicaba muy bien y la Química no llegué a comprenderla del todo, tal vez porque estuve sin asistir a clase durante un tiempo y me quedé un poco perdida (estuve enferma, no se puede imaginar otra razón)
Este fue el último año que di Matemáticas, con Don Valeriano, con su chaqueta gris y las manos a la espalda, recuerdo que oí por primera vez las palabras Trigonometría, seno, coseno y algunas otras que luego recordé cuando oí el teorema de Tales cantado por el grupo musical Les Luthiers…