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miércoles, 26 de junio de 2019
Orlas de Alumnos Años setenta
Agradecimientos
La compañera de Filosofía, Sandra Moreno, con los alumnos de Primero de Bachillerato A y Segundo de Bachillerato C, han realizado un trabajo minucioso que ha requerido muchas horas, para que podamos disfrutar ahora de estos recuerdos y sentirnos nostálgicos al ver a los compañeros que compartieron, parafraseando el título de aquella serie, los mejores años de nuestra vida. Así que vaya aquí nuestro agradecimiento a todos los que han colaborado en este trabajo tedioso de resultados tan brillantes.
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74-75 COU A |
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78-79 COU B |
jueves, 23 de mayo de 2019
El señor Pérez de Guzmán, político e historiador rondeño, nacido en el siglo XIX, dio nombre a un instituto de nuestro pueblo y jamás creo que pensaría que de él nacería otra cosa igual. Un centro que es referente para toda la comarca de educación igualitaria y de calidad. Al Pérez se llega como niño y te vas dejando la adolescencia para ser un adulto formado en valores. Del dicho al hecho va un trecho, dice el refrán, pero ese trecho aquí en el Pérez se convierte en una distancia que, para muchos resultara ser algo inolvidable. Tanto para niños y niñas, alumnos y alumnas, comunidad educativa, padres y madres, todos nosotros y todo aquel que pisa el centro, llega y se va con la idea de que aquí se hacen las cosas bien, se cuida al compañero, desde los buenos días de los conserjes hasta el hasta mañana de los profes, nunca nadie se va de vacío de aquí.
Yo, Javi Guerrero, pasé por allí ya hace cinco años, y cada día lo echo de menos. Echo de menos el trato humano y cariñoso que en el Pérez se respira. Yo, siendo de Ronda, no tuve la suerte de estudiar allí, pero mi año con vosotros fue y es un recuerdo que me ha enseñado a ser un humilde profesor que da las gracias a todo aquel que, en estos cincuenta años, ha formado parte de este gran centro rondeño de la educación.
Feliz cincuenta aniversario y felices los próximos cientos de años.
Javier Guerrero
miércoles, 22 de mayo de 2019
Recuerdos del Bachillerato
Hoy la he encontrado, un poco estropeada pero muy guardada, con intención de que nunca se pierda.
Hice 6º de Bachillerato y COU en Ronda. Entre las Esclavas y el Peréz de Gúzman, transcurrieron años, que aunque no muchos, para una niña (como otras muchas y muchos), que salía de casa y continuaba estudios en otra población, marcaron de forma clara parte del camino que he recorrido. Años finales de una etapa histórica, preconstitucionales.
La fiesta final de curso en casa de mi tutor fue el punto y seguido de todo lo que Don Ramón Corrales, mi profesor de Filosofía y tutor, había ido depositando en nuestras mentes. Nos regaló todo aquello, que aunque escrito en los libros, solo una persona de ese calibre es capaz de transmitir. Desarrollar y potenciar “nuestras cualidades” (las características que distinguen y definen a las personas, los seres vivos en general y las cosas. El término proviene del latín qualitas y permite hacer referencia a la manera de ser de alguien o algo). Más concretamente, si nos remitimos a lo escrito por Aristóteles acerca de este concepto podemos decir que, la cualidad es una particularidad que permite entender la esencia de un objeto o sujeto.
Don Ramón, entendió nuestra esencia y alimentó su capacidad de desarrollo en cada uno de nosotros. Desde el saber estar en clase (algo tan complicado actualmente) hasta sentir la necesidad de formar parte de una forma constructiva de la sociedad.
Fueron más los profesores y profesoras los que depositaron sus conocimientos, sus enseñanzas sobre aquellas promociones que estamos a punto de cerrar nuestro ciclo como docentes y no docentes, que junto a nuestras familias, en concordancia y respeto, son los artífices de que nuestro proyecto de vida haya sido una realidad.
No pretendo caer en la anécdota o el recuerdo.
Mi más sincero agradecimiento a cada uno de ellos y.. ¿Cómo no?, especialmente a Don Ramón,
Dolores del Pilar Jimenez Pérez
jueves, 16 de mayo de 2019
—Creo que es importante recordar para que no se olviden las cosas y poderlas contar porque, si no hay nadie que cuente las cosas o alguien que las escriba, las cosas se pierden... Pero ¿a quién pueden interesarle mis historias? Yo no soy alguien importante, salvo para mí, claro. Y, además, no me creo capaz de dar lecciones de nada —dijo Shana esquiva.
A Roberto esas palabras le recordaron a don Ramón y los consejos que daba cuando fue su profesor de Filosofía en el instituto. Era una persona que destilaba bondad y amor por lo que hacía; trataba a los alumnos como si fueran sus sobrinos a pesar de los continuos desaires que le hacían en clase. A él le gustaban especialmente las disertaciones del profesor sobre sus experiencias vitales, como cuando recordaba su infancia y se reía de las contradictorias costumbres de la España nacional católica que le había tocado vivir.
Don Ramón intentaba sembrar en ellos el gusto por la vida y que repararan en lo fugaz de la existencia. Él, acaso como Shana, tampoco se creía capaz de influir en nadie, y menos, en un puñado de adolescentes presos de pulsiones y caprichos de hormonas alocadas.
(Texto extraído de 'Plaza de la Oscuriá', pp. 31-32)
miércoles, 8 de mayo de 2019
La Reforma .
DESDE EL CORAZÓN…(DE LA REFORMA)
Los niños de pueblo nunca lo hemos tenido
fácil…Si al acabar la EGB, decidías proseguir tus estudios, no solo debías
desplazarte a una localidad mayor, en mi caso, Ronda, sino además separarte de
tu familia durante toda la semana. A la edad de 14 años, no es una decisión
fácil.
Pero yo
tenía muy claro que quería ir al instituto para posteriormente continuar
en la Universidad.
Las niñas tenían como residencia el
internado de las Esclavas y mi caso no
fue diferente. De lunes a viernes convivíamos estudiantes de Bachillerato y de
FP, provenientes de las provincias de Málaga, Cádiz o Sevilla.
El instituto Pérez de Guzmán, único centro
de Bachillerato en Ronda fue mi elección. El día de mi matriculación se ofreció a mis padres la posibilidad de elegir
la modalidad de Reforma en lugar del BUP tradicional. Era el primer curso de
implantación en el centro. Tras algunas asambleas informativas mis padres eligieron
esa opción.
El principio no fue fácil: eramos los
“bichos raros” del instituto cursando aquellas enseñanzas experimentales. Para
colmo, por falta de espacio nos desplazaron a los tres grupos (R1-R2-R3), al
edificio que se encuentra enfrente del IES Martín Rivero. No se entendía qué
estudios podíamos hacer sin tener libros de texto. Los comentarios que se
hacían a nuestras familias no eran tampoco muy positivos: ”No hay nada como la
metodología tradicional…” “Nunca llegarán a la Universidad con ese
experimento…”
La Reforma Experimental de Enseñanzas
Medias (REM) constaba de cuatro cursos, denominados 1º,2º,3º y 4º de Reforma,
el término COU para nosotros no existía.
Las asignaturas eran comunes en 1º y 2º
pero en 3º y 4º había que elegir entre tres modalidades: Ciencias y Tecnología,
Humanidades o Sociales y Administrativo(esta última cursada en el Martín
Rivero):
Las asignaturas de los dos primeros cursos eran Lengua Española, Matemáticas, Biología, Física y Química, Tecnología, Geografía e Historia y Lengua Extranjera(Inglés o Francés), Educación para la Convivencia y una optativa, en mi caso, Cine.
Las asignaturas de los dos primeros cursos eran Lengua Española, Matemáticas, Biología, Física y Química, Tecnología, Geografía e Historia y Lengua Extranjera(Inglés o Francés), Educación para la Convivencia y una optativa, en mi caso, Cine.
Luego en 3º y 4º dependía de cada
modalidad, yo elegí Humanidades donde obligatoriamente teníamos Matemáticas en
3º y Biología en 4º. Yo de hecho en Selectividad tenía que elegir entre Latín y
Biología e hice esta última. Una segunda Lengua Extranjera era obligatoria en
las tres modalidades.
Aparte de las evidentes diferencias en el
currículo, había otras no menos desdeñables:
-La relación profesor-alumno era
especial, mucho más estrecha y entrañable que en el BUP, aunque se tratase de
los mismos profesores. Recuerdo haber merendado crêpes en casa de nuestra
tutora, Mari Luz Campaza, almorzado empanada gallega en casa de nuestra
profesora de Lengua y Literatura María José Fernández, degustado por primera
vez una musaka en casa de nuestra profesora de Griego, Yolanda Luna, disfrutado
de una gigantesca paella para los tres grupos en casa de José Luis López Lobato
y Ana Ávila con su posterior baño en la piscina. Ya en la modalidad de
Humanidades, toda mi clase: Nina, José Antonio, Auxi, Patricia, Maite,
Rocío, Carmen Mari, Francisco y yo
fuimos invitados a pasar el fin de semana al piso de nuestro profesor de
Historia, Manolo Morales, en Maracena(Granada).
-La metodología era totalmente práctica,
la pedagogía por Proyectos actual es un legado de la Reforma.
-En cada clase, había un diario en el que
cada estudiante de forma voluntaria escribía sus impresiones y comentarios.
El hecho de estar un poco apartados del
resto, nos unió más si cabe los unos a los otros.
Hay tantas experiencias vitales en estos
cuatro cursos que nunca olvidaré y que formarán parte de mí el resto de mi
existencia:
Nuestro viaje Fin de Curso a Italia. Lo
hicimos en autobús desde Ronda y haciendo noche en LLoret de Mar y Niza a la
ida y a la vuelta. El grupo La Guardia puso la
banda sonora esa semana, y cada vez que lo escucho no puedo evitar
recordar lo qué aprendimos, disfrutamos y reímos esos días…
Increíble fue para mí, en mi primer curso,
la optativa de Cine. Nuestro profesor, José Luis López Lobato, nos ofreció la
posibilidad de hacer un examen sobre los contenidos o eximirnos del examen si
participábamos en un concurso de Guiones de Cine, organizado por el
Ayuntamiento. Yo decidí participar en el concurso, evidentemente para librarme
del examen. Pero cuál fue mi sorpresa,
cuando me anuncian que soy la ganadora con mi guión La venganza de la Rosa.
El premio consistía en un cheque de diez mil pesetas y el rodaje de la
película. La cuantía era bastante elevada para la época y se me dijo que
debería acompañarme un familiar en la entrega del premio para recoger el
cheque. Mi madre me acompañó, emocionada. Se me insistió para que yo
protagonizara la película, pero mi timidez me lo impidió, aunque aparezco en
algunas escenas como extra.
Podría continuar rememorando pero sería
interminable… Sirva este sencillo relato, como homenaje a mis compañeros y
amigos de Reforma y a nuestros maravillosos profesores, especialmente a: Antonio
Porras, Brenda Wadley, Rosario Portillo, Mari Luz Campaza, Juan Cañadas, María
José Fernández, Manolo Morales y José Luis López Lobato…que contribuyeron con
su labor, comprensión, ilusión y cariño en hacer de nosotros ciudadanos del
futuro.
Carmen Bocanegra Valle
Hacemos referencia a un libro que cuenta esta experiencia bajo el título: " La reforma experimental de las Enseñanzas Medias (1983-1987): Crónica de una ilusión" de varios autores, publicado en 2010.
Este libro saca a la luz un capítulo de nuestra reciente historia sin el cual no se entiende del todo la trayectoria del sistema educativo español durante los últimos veinticinco años. Sus páginas ofrecen una crónica de la Reforma de las enseñanzas medias firmada por algunos de sus protagonistas. Fue un empeño admirable, que recogió y despertó no pocas ilusiones en la España de la postransición e implicó a decenas de profesores y a centenares de alumnos, unos y otros convertidos por vez primera en actores de una tentativa insólita: hacer una reforma educativa desde abajo. No se pretende resucitar antiguas polémicas, sino proporcionar información de primera mano a los estudiosos, refrescar la memoria de quienes vivieron de cerca el desarrollo de la experiencia y someter a la consideración del lector curioso el relato de un episodio memorable.
Tras esta experiencia, hubo un proceso de reorganización y burocratización de la misma que finalizó en 1992 con la publicación de la LOGSE.
miércoles, 24 de abril de 2019
Recuerdos del BUP (4)
Recuerdos del BUP (4)
Las cosas que ocurren cada día
van pasando como un tren cuando se adentra en un túnel. A través de la última
ventanilla en la oscuridad va quedando una estela de luz.
En Tercero estudiamos
Filosofía. Tuvimos un profesor, Don Ramón Corrales, entrañable que nos contaba
muchas anécdotas aleccionadoras de alumnos que durante las vacaciones
estudiaban para llegar preparados al curso siguiente, me llamaba la niña
Toscano, colocando su mano sobre mi cabeza y llevándola hacia el tablero del
pupitre, este gesto lo repetía con todos. En COU nos impartía las clases la
Hermana Carmen, una monja de las Esclavas que participó en la secularización de
muchos miembros del clero que en aquellos años abandonaron conventos y
parroquias para trabajar en barrios obreros o, simplemente, volver a la vida
civil. Ella se sentaba en la esquina de la mesa, miraba hacia el techo y sus
dedos jugaban con la tiza mientras nos hablaba de Aristóteles, Platón o Kant.
Unos compañeros traviesos le prepararon una broma inocente pegando la tiza a la
mesa. En otra ocasión, mientras hacíamos un examen en el aula magna, alguno de
ellos tiraba de la larga cuerda de la persiana desde el laboratorio de Ciencias
Naturales que estaba en el piso de abajo…Bromas que terminaron por provocar un
incendio en una papelera del pasillo.

Ese año mi compañero de
pupitre fu Antonio Rivilla, hijo del profesor de Historia del Arte. Nos reíamos
mucho de sus chistes tan malos contados con el arrastrado acento cordobés.
Estábamos en una clase mixta de Ciencias y Letras en la que se acumulaban los
“cerebritos”, que luego serían médicos, jueces, profesores de Física y Química
y de otras materias.
Las clases de Lengua (común)
las de Literatura (optativa de Letras) nos las dio Mariví, que me llamaba
Antonia Machada. Era muy divertida, lo es; años después ha sido mi compañera y
he descubierto que canta los Verdiales hasta hacerme llorar de risa. Desde que
aprendí a leer me había gustado la Literatura, las palabras y Jo March. Yo
quería ser como Jo March.

Aquel año… María apareció extremadamente delgada y con el cabello tan corto que parecía “La Raulito”, una película de 1975 que habíamos
visto en la tele y otra compañera estaba embarazada, la recuerdo con un poncho
que llevaba siempre para disimular su estado.
A veces, Madame Pigñol nos llevaba a dar las clases al campo. Solo teníamos que salir del recinto del instituto que está situado en la zona más alta de la ciudad, El Fuerte, por el cuartel de los soldados. Subíamos la cuesta hasta el depósito del agua a través de los almendros en flor. Todo estaba lleno de vegetación por encima del instituto y de las instalaciones militares.
A veces, Madame Pigñol nos llevaba a dar las clases al campo. Solo teníamos que salir del recinto del instituto que está situado en la zona más alta de la ciudad, El Fuerte, por el cuartel de los soldados. Subíamos la cuesta hasta el depósito del agua a través de los almendros en flor. Todo estaba lleno de vegetación por encima del instituto y de las instalaciones militares.

La Historia Contemporánea nos
la enseñaba Laura García, una mujer menuda, nerviosa y muy decidida, que
entraba en clase hablando del tema que tocara y se marchaba aún hablando
compulsivamente. Aprendí a tomar apuntes a una velocidad de vértigo.
Con Mari Carmen investigué
sobre el Renacimiento Alemán y pudimos ver en las enciclopedias de Arte de la
Casa de la Cultura los grabados de Durero, la impactante Crucifixión de
Matthias Grünewall tan dramática y siniestra y los retratos de Lucas Cranach;
el que más me interesó fue el de Lutero.
En los días previos a los períodos vacacionales íbamos a un bar que estaba de camino a la estación de autobuses, "El Chaqueta", creo que se llamaba. Siempre había alguien que traía una guitarra y cantábamos y se contaban chistes y bebíamos vino dulce.
Me viene a la memoria un
alumno que era de Fuerza Nueva y llevaba unos nunchacos, se rumoreaba que eran
para pegarle a la gente, iba por el patio delantero girándolos en torno a su
brazo.
Para realizar las pruebas de
Selectividad había que ir a Málaga, yo elegí el tren, con otros compañeros,
otros irán en autobús y los menos en automóvil, en aquellos tiempos no todo el
mundo tenía coche, ni teléfono en su casa, ni otras muchas cosas. Este viaje a
Málaga, tener que quedarse a dormir, era toda una aventura. Unos días de
terral.
No había graduación al estilo
americano, ni cena, solo una lista con las notas en la puerta del instituto. Íbamos
a comprar papel de Estado, una especie de sello muy grande, con un color
diferente según su valor, era para solicitar el título de Bachillerato que
tardaría años en llegar y nos entregaban la cartilla de escolaridad con las
pastas azules y la foto que habíamos entregado cuatro años atrás, cuando el tiempo
transcurría tan lento.
Así se abría ante nosotros
toda la vida que teníamos por delante, sin darnos cuenta de la trascendencia de
aquel momento hasta muchos años después.
miércoles, 3 de abril de 2019
Recuerdos del BUP (3)
Ahora que hago memoria de aquellos tiempos, me doy cuenta de la cantidad de cosas que están ahí almacenadas, alguien me dijo alguna vez que tengo la memoria llena de cosas inservibles, mira por donde, ahora le encuentro una utilidad. El objeto lírico, nos decía Don Tomás Herreros, el profesor de lengua, es aquello en torno a lo que escribe el poeta por ejemplo la amada, la luna…una araña no puede ser un objeto lírico. Al día siguiente apareció en clase esta alumna impertinente con un poema a una araña.
En Primero nos daba clase de
Religión Don Antonio Morales, un hombre simpático y afable; en Segundo y
Tercero un cura obrero, como le llamaban entonces, sus clases eran dinámicas e
interesantes. José María Ramos nos enseñó a leer la Biblia, un libro que me
sigue interesando por todo lo que hay en él de la condición humana.
En Tercero hubo un gran cambio
porque ya nos separamos en Ciencias y Letras. Elegí Latín y Griego en lugar de
Física y Matemáticas. En algún momento hay que hacerlo. Ahora que parece que en
las clases de Ciencias están los alumnos que estudian y son responsables, hay algunos que podrían ser alumnos brillantes de Humanidades que lo pasan mal.
Aunque siempre se ha dicho “El que vale
vale y el que no, a Letras”.
En Tercero y COU impartía las
clases de Latín la Señorita Gonzala, que era la directora. Una mujer menuda,
severa, con un moño italiano y unas gafas de montura fina. Había que tener
mucho carácter y grandes cualidades para que una mujer fuera la directora. A mí
me impresionaba tanto que cuando en clase se dirigía a mí -Señorita Toscano…- a
partir de ahí, ya no oía nada más.
En Segundo el Latín era materia
común y Francisco Raya nuestro profesor. Fumaba “Bisontes” sin boquilla y tenía
los dedos del color del tabaco, en aquellos tiempos los profesores fumaban en
clase, los alumnos a escondidas. Nadie había hablado aún de que el tabaco es
cancerígeno y que influye en otras enfermedades respiratorias y
cardiovasculares. Tampoco se hablaba de otras adicciones, aunque muchas
personas de aquella generación se quedaron en el camino a causa de la heroína.
Recuerdo que se reunían en la alameda y tocaban la guitarra y cantaban por
Camarón, él era su ídolo.
Vivimos otros acontecimientos
que ocurrieron durante estos años: la muerte de Franco en el primer trimestre
de Primero. Recuerdo la imagen de Carlos Arias Navarro en la pantalla de la
televisión en blanco y negro que hacía muy poco tiempo que había llegado a mi
casa. Los mayores murmuraban palabras inaudibles y parecían tener miedo de lo
que pudiera pasar. Decretaron tres días de luto nacional en los que no tuvimos clase y luego todo volvió a la
normalidad, como si no pasara nada, aunque los cambios ya se estaban produciendo.
La señorita María Luisa nos mandó hacer un trabajo sobre la Reforma Política, ahora pienso en lo poco que sabíamos del mundo en aquellos años, o lo inocente que era yo.
Cuando se convocó el referéndum
de la Constitución de 1978 yo pude votar por primera vez.
martes, 2 de abril de 2019
Recuerdos del BUP (2)
El Instituto no tenía rejas en
las ventanas, ni cancela en la entrada, ni vallas metálicas, solo el muro
blanco que lo rodea. En la hora del
recreo muchos alumnos salíamos del centro, íbamos al bar de la Emisora, situado
en un edificio en el que estaba la emisora de Radio Nacional de España. A esa
hora, la barra del bar, que era muy larga, estaba abarrotada de cafés y vienas
con zurrapas de lomo y todo el espacio lleno de gente que se duplicaba en el
espejo, en todos los bares había un gran espejo inclinado hacia delante en el
que se podía ver hasta las servilletas de papel pisoteadas en el suelo.

En segundo de BUP nos dio
clase una nueva profesora de Geografía e Historia, María Luisa Saucedo. Ella
tenía una habitación alquilada en el piso de la señora Feliciana, una empleada
de telefónica que vivía en el edificio en el que mi madre era la portera. En el
mismo piso vivió Mari Luz, que me dio clase de Lengua y Literatura en tercero. Tenía
un SEAT 127 azul oscuro al que llamaba “Silvestre Paradox”. ¡Cómo disfruté con “La
Regenta”! Intercambiamos cartas cuando ella se fue a Málaga, su ciudad.
Durante dos años, María Luisa
fue mi profesora y mi amiga, me hizo amar la Historia del Arte, sobre todo.
Estuve intentando localizarla cuando se organizaron las actividades del
cuarenta aniversario y ahora otra vez, sin éxito.
Al pasar a segundo teníamos que elegir entre
dos asignaturas: Diseño y Técnicas de Hogar. En Diseño trabajamos la técnica
del xilograbado, una de mis prácticas fue una versión de un cuadro de Picasso,
el pintor y la modelo. A la profesora de Historia le gustó y le llevó una copia
a un profesor de Dibujo que a mi nunca me dio clase, Cayetano Arroyo, él me
envió uno de sus dibujos a plumilla, un hombre sentado al revés en una silla,
que aún conservo.
En las clases de Diseño éramos
pocos alumnos, la mayoría niños y Cristóbal Aguilar fue nuestro Profesor. Adela
Ramírez era la profesora de Técnicas de Hogar y por lo que contaban los
compañeros, era divertido, pero para mí, nada es comparable al mundo del Arte.
Las clases de Física y Química
las dábamos en el laboratorio. En aquel tiempo, la Física me gustaba, el
Profesor, José Antonio Acevedo, explicaba muy bien y la Química no llegué a
comprenderla del todo, tal vez porque estuve sin asistir a clase durante un
tiempo y me quedé un poco perdida (estuve enferma, no se puede imaginar otra
razón)
Este fue el último año que di
Matemáticas, con Don Valeriano, con su chaqueta gris y las manos a la espalda,
recuerdo que oí por primera vez las palabras Trigonometría, seno, coseno y
algunas otras que luego recordé cuando oí el teorema de Tales cantado por el
grupo musical Les Luthiers…
miércoles, 27 de marzo de 2019
Primero de BUP
Esta mañana me he acordado de este libro que aún conservo. Lo leímos en Primero de BUP. Ese curso, 1975-1976, fue el primero de este nuevo sistema educativo regulado por la Ley General de Educación de 1970, también conocida como Ley Villar Palasí.
Para mí también fue un cambio considerable.
Buscando información que documentara el modelo anterior a esta Ley, me doy cuenta de que es difícil porque hay poco al respecto y siempre mezclado con otros temas, además, no he podido encontrar documentación que justifique que en un momento dado hubo dos sistemas educativos: uno para ricos o genios y otro para pobres y tontos, aunque estoy muy segura de que existió porque yo era una de las personas que formaba este segundo grupo.
Cuando terminé la educación primaria en el colegio "La caridad", me dieron el Certificado de Estudios Primarios. Una de mis últimas maestras allí, la Hermana Patrocinio, aunque firmaba los boletines como Francisca Huertas, me dijo que era una lástima que yo no pudiera seguir estudiando y ya está. Tuve varios trabajos, un verano en un kiosco de helados, y de "muchacha" (ahora empleada doméstica) en dos casas, la de un empleado de banca y la de un notario. La mujer del empleado de banca le dijo a mi madre que yo servía mejor para estar entre libros que para trabajar, la segunda, Doña Rosa, me prestaba libros que yo devoraba (los dos tomos de El Conde de Montecristo), además de enseñarme a hacer croquetas y a abrillantar la cera de los suelos. Aunque trabajaba hasta los domingos, conocí a un grupo de alumnas del colegio en el que mi hermana, por su excelencia académica, estudiaba el bachillerato.
Mi madre era la portera de un edificio y mi padre, jubilado, cobraba una pensión del régimen agrario. Ellos salían juntos a hacer recados o a pasear y me dejaban a cargo de la portería. Allí, en el mostrador, estudiaba, hacía los deberes y sobre todo, escribía.
Un día vino a vivir a este edificio un matrimonio joven, él era profesor de Literatura en el Instituto y su mujer era maestra en un colegio público. En una ocasión ella, Pepita Villarejo, me preguntó por lo que yo escribía con tanta dedicación. -Escribo novelas, le respondí yo con toda la frescura de la inocencia y la ignorancia. Ella quiso leer lo que yo escribía y me dijo una vez más que era una lástima que yo no estudiara. Pero no se quedó ahí. Ella misma me matriculó en las pruebas libres para obtener la nueva titulación, el Graduado Escolar, y me prestó algunos libros.
Superar esta prueba me abrió las puertas del Instituto, tuve que elegir entre dos opciones, o incorporarme a la última oportunidad de hacer el antiguo bachiller superior o matricularme en el primer curso del nuevo sistema educativo. Esta última opción suponía un año más, pero era mucho más prudente. Así fue como llegué al instituto cuando tenía quince años, un año más de lo que estaba establecido.
Recuerdo los pupitres de madera oscura fijados al suelo en los que nos sentábamos de dos en dos, los cuarenta y ocho alumnos que éramos en Primero D. También llegan a mi memoria las clases de Lengua y Literatura de Don Emilio Carrasco, con sus concursos de redacción y el homenaje a Machado que me permitió hacer en clase, poniendo el disco de Serrat dedicado al poeta en el viejo tocadiscos.
¡Y cómo olvidar las clases de Paco Marín! La pizarra con sus dibujos de tizas de colores, las células, el ciclo del carbono, los sábados que nos dedicaba enseñándonos a dibujar animales y plantas que tenía en el laboratorio en papel de estraza. Años más tarde coincidimos en un curso de cine. Alguien observó que sus apuntes estaban llenos de dibujos y los míos también y lo comentó. Él dijo amablemente que yo era una de las mejores alumnas que había tenido y yo, como respuesta, le recité un proverbio zen que curiosamente decía Anthony Hopkins a Antonio Banderas en la película La máscara del Zorro, "Cuando el discípulo está preparado, aparece el maestro".
Las excentricidades del profesor de Historia con su barba de chivo (...), el cuello tenso y la voz altisonante de la tutora y profesora de Francés, lo difícil que era el dibujo técnico y lo maravilloso que era el artístico enseñado por Cristóbal Aguilar, Lola y sus clases de gimnasia -antes no importaba que no se llamara Educación Física-, la profesora de Música que aún me saluda cortésmente y la sinfonía de los juguetes y -como no- el tormento de las clases de Matemáticas, con aquella pizarra llena de letras demostrando propiedades de los conjuntos. Alguna de sus horas era por la tarde, la recuerdo sentada en su sillón leyendo el periódico "Informaciones", después de habernos ordenado, página cincuenta y seis, ejercicios del uno al cuarenta.
-Yo no entiendo lo que ha explicado, señorita.
- No voy a repetirlo porque ya lo tenías que saber.
No es de extrañar que aquel año me quedaran las Matemáticas de Primero para septiembre...junto con otros treinta y seis alumnos, creo. Mal de muchos, consuelo de tontos.
A final de curso organizamos un viaje...¡a Ceuta! Recuerdo haber trabajado en ello con un alumno muy guapo, Postigo, que al año siguiente no volvió y una pareja de besucones que mi madre puso en el mueble bar.
Aún parece resonar en mis oídos la voz brillante de Maribel, cantando una canción muy triste, tocando la guitarra; recuerdo a Antonio Sánchez resolviendo problemas en la pizarra con la mano izquierda a la espalda, como en una reverencia, a Joaquín Segura Vilas, a Sarrión, a Charo, a Mari Carmen Zurita, las hermanas Guerrero...Podría continuar... nuestro amigo Sarrión era de Periana, muchos años más tarde, rebuscando en la sección de poesía de la Librería Luces en Málaga, encontré un libro suyo de poemas y me enteré de que era póstumo...
Solo había dos alumnos revoltosos en clase, estaban sentados en el último pupitre de la fila que estaba junto a la ventana, Fernando y Quino. Habíamos aprendido a hablar susurrando y a ponernos de pie cuando entraba la Directora en la clase. Escribíamos todo el día, al dictado o tomando notas de una conversación... Todo un reto.

Solo había dos alumnos revoltosos en clase, estaban sentados en el último pupitre de la fila que estaba junto a la ventana, Fernando y Quino. Habíamos aprendido a hablar susurrando y a ponernos de pie cuando entraba la Directora en la clase. Escribíamos todo el día, al dictado o tomando notas de una conversación... Todo un reto.
martes, 26 de marzo de 2019
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